domingo, 21 de abril de 2013

Ensayo: El Viejo y el Mar. Por: Gabriela Alejandra Garcia Bayer


UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ DE GUATEMALA
FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS Y DE LA SALUD
            ESCUELA DE FISIOTERAPIA
CURSO: COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA
DOCENTE: M.A. DONALDO VASQUEZ ZAMORA
PRIMER CICLO, PRIMER SEMESTRE, 11 DE MARZO DEL 2013
TEMA: EL ENSAYO



“El Viejo y el Mar”:
LA CREATIVIDAD DE EXITO
Por:
            Gabriela Alejandra Garcia Bayer

La historia se desarrolla en La Habana, Cuba y cuenta que un viejo hombre de mar “Santiago” quien vivía solo ya hacía muchos años, quien no tenía mucha suerte en su pesca.
Su amada esposa había muerto años atrás. En el pueblo al hablar de él se referían a El Viejo, en lugar de su nombre. A su avanzada edad, ya no era tan exitoso en su pesca como en otros tiempos. A su lado, un niño “Manolo” el cual el viejo había hecho pescador desde muy joven.
La seguidilla de fracasos de Santiago ya se extendía a 84 días y era tan mala su reputación como pescador que los padres del niño le prohibieron seguir pescando con él, luego de los primeros 40 días sin frutos con el viejo. Manolo, estuvo siempre con Santiago, como apoyo moral y llevándole alimentos. El lazo entre ellos dos era muy fuerte, ya que compartían aventuras de pescas exitosas en el pasado.
En el día 85, Santiago pensó que su mala racha tendría que terminar y aunque manolo quería viajar con él, ni los padres del niño ni el viejo lo permitirían. Entonces Santiago se lanza a la mar muy temprano como todos los días, cansado, con hambre y sin tantas fuerzas como en sus mejores tiempos en busca de una mejor suerte, en contraste del resto de los pobladores pescadores que salían con mejor racha. Ya en el mar, Santiago hacía lo de costumbre, preparar la carnada, hablar solo, pues, no estaba acompañado y desde muy joven había aprendido a hablar de esta manera y en silencio.
Al no tener compañía, estaba convencido que a nadie importunaría, por lo que hablar solo era más fácil. En un instante del medio día, un pez picó en la carnada y Santiago tomó con prisa el hilo para esperar el momento oportuno de la captura. Esperó con la paciencia de los pescadores más experimentados y en el momento preciso, tiró del hilo para provocarle una herida mortal al pez. Para su sorpresa, este pez no tenía intenciones de rendirse fácilmente y en lugar de facilitarle su trabajo, inició una batalla por la vida tirando del hilo. Santiago sintió que este esfuerzo no era usual, pero urgido de una victoria se hizo jurar a si mismo que lo perseguiría más allá de cualquier frontera, más lejos de donde cualquiera hubiese llegado jamás. Pasaron las horas y Santiago no tenía la menor idea de lo que enfrentaba, lo único que sabía era que se alejaba cada vez más de la costa mientras que aquel pez tiraba del hilo.
Caería la noche y Santiago no tendría la dicha de saber quién era su rival al que, conforme pasó el tiempo, respetaría su gallardía. En medio de la oscuridad, Santiago empezó a sentir miedo y recurrió a sus recuerdos más valiosos, sus victorias, su mujer, el pequeño manolo al que extrañó y sintió que debió estar con él para ayudarle, pero enseguida desechó esa idea pues, al final de cuentas sabía que estaba solo. Pero el miedo se acrecentó a tal punto que Santiago, quien no era hombre muy religioso, hiciera promesas al Creador recitando 10 Padre Nuestros y 10 Ave Marías. La tensión creció mucho más y entonces prometió 100 Padre Nuestros y 100 Ave Marías, solamente que los recitaría a la vuelta del viaje en vista que estaba muy agotado como para recitarlas.
No contaba con alimentos a bordo, en su lugar tenía una botella de agua y el pescado rancio que usaba como carnada, que al final serviría de alimento para él mismo. Una pequeña ave se aproximó a la embarcación y él se pudo percatar del cansancio que tenía. No sabía con certeza cuanto tiempo había estado volando pero enseguida se enteró que estaba pasando muchos problemas aquella ave. Santiago le dijo que descansara en su bote un rato, pero que tenía que luchar por su propia cuenta si quería llegar con vida a su destino y dicho esto, sintió un fuerte tirón del hilo y el ave se marchó inmediatamente.
Por fin el pez se dejó observar y entonces Santiago pudo contemplar su tamaño y belleza, un pez espada enorme. Santiago apreció su belleza pero estaba convencido que tenía que matarlo. La lucha duraría 3 días y al final Santiago se quedaría con la victoria, disfrutó el momento y constantemente lo miraba para estar seguro que era real su tamaño. No lo pudo subir a su embarcación debido a sus dimensiones y camino a casa, los tiburones le dieron mordiscos por todas partes. Santiago no se rindió y en lugar de aceptarlo, los hirió y mató con su arpón hasta antes de perderlo en las aguas, de igual manera utilizó un cuchillo y por último la caña del timón. A pesar de la valentía de Santiago, no pudo hacer nada para evitar que los tiburones se quedaran con su premio.
Santiago entonces sintió una vez más la derrota y empezó a hablar con el pescado ya desecho, pero en su debilidad reconoció la valentía de ambos en aquella batalla que libraron y se hacía preguntas tales como cuántos tiburones debió matar el pez espada en vida ya que por su tamaño era casi un hecho que debieron ser muchos y Santiago por su parte con el arpón y su cuchillo. Llego durante la oscuridad a puerto sin recompensa, con un montón de espinas de pescado atadas a su bote y con la moral por el suelo, casi arrastrándose llegó a su humilde morada y se acostó a dormir. Por la mañana, el pequeño Manolo fue a la casa de Santiago como todos los días durante su ausencia y rápidamente se percató del sufrimiento que padeció al ver sus manos y al verlo en esa condición no pudo evitar llorar. Ya adentrado el día Santiago fue por algo de comida para el viejo en el pequeño restaurante de la localidad en donde el dueño del local le envió con Manolo sus pesares al viejo de lo que le había pasado, no sin antes reconocer que el pez debió ser enorme. Los pobladores estaban asombrados con el tamaño inusual del pez espada que enfrentó Santiago y se acercaron a tomar algo de este.
Unos turistas que vieron los restos se preguntaban qué clase de pez pudo ser aquel y uno de los pobladores incautos les respondió que un tiburón, luego se admiró una dama turista y exclamó “no sabía que los tiburones tenían una cola tan preciosa”.
Manolo visitó al viejo y le dio los ánimos de siempre sólo que esta vez le hizo la promesa que a partir de ese día pescaría junto a él sin importar que dijeran sus padres pues a su juicio, ya era un hombre.


Análisis
“Santiago” puede representar nuestras propias historias, creemos a veces que sabemos todo o que nuestra experiencia es suficiente para vencer casi cualquier obstáculo que se nos presenta. “Santiago” un hombre de avanzada edad, aguerrido, que no admite la derrota se enfrasca en una pesca que a la postre se convertiría en su más dura batalla contra un pez, está desesperado por obtener una victoria a cualquier precio de manera que lo lleva a poner en riesgo su propia vida con tal de no saborear una vez más el trago amargo de la derrota. Lo cual es el reto mayor que comúnmente vivimos, en el día con día. Constantemente se ve envuelto en este continuo fracaso, y para ello recurre a sus recuerdos, triunfos del pasado, personas que le animan a seguir luchando, orgullo que le será de mucha ayuda para lograr su meta “matar al pez”.
Cuando se está sólo, la conciencia es nuestra única consejera y en el caso de Santiago, esta le hizo saber que pagaría un precio por alejarse tanto de la costa en busca de aquel preciado pez.
Es nuestro caso de la misma forma, no podemos esperanzarnos en lo que no tenemos o no hicimos, al contrario, como “Santiago” debemos olvidar nuestros pesares y enfrentar el problema con las herramientas que contamos. Quizás el momento cumbre de humildad en Santiago es cuando se ve obligado a reconocer que por sus propias fuerzas no será suficiente para atrapar al pez y decide realizar plegarias al Creador, tal y como lo hacemos nosotros cuando los problemas en nuestra vida parecieran no tener solución.
Cuando por fin atrapa al pez siente el sabor de la victoria, le hace olvidar todo el suplicio que ha tenido que atravesar para llegar a tal punto. Luego, los tiburones le hacen recordar que está muy lejos de la costa y que para poder llevar su premio a casa tendrá que pelear ferozmente con ellos Aquí es donde cada uno de nosotros debe medir la relación causa-efecto de nuestras acciones ¿qué estamos dispuestos a pagar por algo que añoramos?
Como individuos, se nos presentan a lo largo de nuestras vidas grandes desafíos que van ligados a otros que no somos capaces de ver, hasta que los tenemos en frente y es entonces cuando entra en juego la motivación para no permitir que un imprevisto de tal índole nos aleje de nuestro curso.
Siempre aunque no hayamos logrado a cabalidad el objetivo, es decir, obtengamos un nuevo fracaso, no significa que todo se ha perdido ya que algo de seguro ganamos en este tropiezo, porque así como Santiago recuperó el respeto que había perdido en el pueblo en sus constantes desaciertos, nosotros ganamos experiencia en el camino al éxito.



No hay comentarios:

Publicar un comentario